Os traemos el análisis de la versión para Nintendo Switch de AeternoBlade, una suerte de metroidvania lanzado en 2014 para Nintendo 3DS y PlayStation Vita que vuelve ahora, desde el 1 de febrero de 2018, para la consola híbrida de Nintendo.
La venganza y el poder de cambiar el pasado
AeternoBlade nos plantea, en principio, lo que es una típica historia de venganza: el malo, un mago llamado Beladim al que se le considera inmortal, destruye el pueblo de nuestra protagonista, Freyja. El primer intento de derrotar al villano acaba con la derrota inmisericorde de Freyja, un fundido a negro y el mensaje “siete días antes”. En este momento, comprobaremos que tenemos con nosotros una espada, la Aeterno Blade, que nos permite manipular el tiempo, lo cual será especialmente útil en nuestra búsqueda de venganza. También sirve para cortar a los enemigos, faltaría más.
AeternoBlade nos propone el reto de explorar sus escenarios en dos dimensiones eliminando a los enemigos que nos salgan al paso y resolviendo, de vez en cuando, algún rompecabezas con la ayuda de la manipulación del tiempo. Eliminar a los enemigos nos servirá para obtener experiencia, pero también para recuperar algo de vida, poder mágico o recargar la habilidad especial de Freyja, que golpea repetidamente a todos los enemigos que haya en pantalla. Algunas habitaciones, además, solo nos permitirán salir de ellas cuando hayamos derrotado a todos los enemigos (o fracasado en el intento), acentuándose el número de habitaciones consecutivas que requerirán esta limpieza por la fuerza a medida que nos acerquemos al final.
Inicialmente no tendremos ni todos los poderes de manipulación del tiempo ni todas las técnicas de combate, que obtendremos a medida que completemos los siete niveles que tiene el juego. Cada vez que eliminemos a un jefe el juego puntuará nuestra actuación (aunque obtiene la media de una forma un tanto rara), y se desbloquearán nuevas habilidades o más posibilidades de mejora, tanto de estadísticas como de las habilidades del árbol. Todo ello con los mismos puntos de experiencia, por lo que tendremos que elegir con relativo cuidado qué queremos mejorar. La primera mejora, tanto de características como de habilidades, solo estará disponible tras terminar la primera fase.
Curiosamente, una mejora leve de cualquier característica o habilidad requiere acumular bastante experiencia, pero también lo notaremos inmediatamente, sobre todo en lo relativo al poder de ataque y la vitalidad. También encontraremos a lo largo del juego multitud de reliquias, objetos que podremos equipar y que tendrán diferentes efectos, como aumentar el ataque o la fuerza de ciertas habilidades, entre muchas opciones. Podremos equipar hasta un total de tres reliquias, en dos sets de equipo distintos, y tendremos la posibilidad de mejorar la mayoría de estas reliquias con puntos especiales de mejora hasta cinco niveles, aunque estos puntos son muy escasos y no podremos acceder a la mejora completa de una reliquia hasta bien avanzado el juego.
Encallados en el pasado
No obstante, da la impresión de que en lugar de mejorar a Freyja, lo que hacemos durante gran parte del juego es jugar con una versión “recortada”, como si inicialmente hubieran pensado darle todas las habilidades y, a última hora, decidieran que sería mejor ir desbloqueándolas. Esto hace que durante la primera mitad del juego el combate sea bastante soso y repetitivo, y teniendo en cuenta que los puzzles más trabajados no llegan hasta aproximadamente la segunda mitad del juego, las primeras horas que dedicamos a AeternoBlade se describen en el propio título del juego.
Por otro lado, el juego intenta prestarse a la rejugabilidad obligándonos a volver a fases anteriores conforme consigamos habilidades, una convención del género, pero lo hace de una forma bastante deficiente: el mapa no nos indica qué nos falta por explorar. Las habitaciones van apareciendo en el mapa conforme vamos entrando en ellas, lo cual es habitual en estos juegos, pero no sabremos dónde hay una de esa habitación hasta que la hayamos cruzado. Es decir, que salvo que lo anotemos en un papel, lo más probable es que si queremos volver a explorar tengamos que recorrer todo el mapa para localizar una habitación a la que no podíamos acceder. Tampoco existe la posibilidad de poner marcas de ningún tipo dentro del propio mapa del juego, por lo que ni siquiera algo habitual dentro de los juegos de su mismo estilo se ha realizado correctamente, haciendo que muchas veces ni nos molestemos en volver a estos sitios porque no es en absoluto necesario.
La historia se nos cuenta poco a poco, a través de eventos que pueden suceder en mitad de nuestra exploración, o en una habitación “entre mundos” llamada Eternal Room, donde nuestra protagonista se recupera tras la exploración, y en la que es normal que tenga sueños o visiones de varios detalles de lo acontecido y lo que acontecerá. Nada sorprendente, pero cumple su cometido.
Finalmente, del apartado técnico poco podemos destacar. Partiendo de la versión de PlayStation Vita, se han mejorado algunas texturas y se ha aumentado la resolución a la que se muestran el juego y las (pocas) escenas cinemáticas. La potencia extra de Switch se nota en el framerate, que es muy estable, pero por otro lado no supone mucho mérito, ya que tampoco se trata de un juego que pueda poner en apuros a una consola con una potencia muy superior a la portátil de Sony. En cuanto al sonido, curiosamente tanto los efectos de sonido como la música se escuchan mucho mejor jugando con la consola en modo portátil que conectada al dock, donde parece que el sonido esté comprimido. No obstante, la diferencia tampoco perjudica demasiado a un apartado sonoro bastante simple, en composiciones y efectos.