La estética de las videoconsolas de 8 bits es, ciertamente, lo que podríamos considerar como “un asunto”. Es relativamente sencillo que, intentando imitarla, nos olvidemos de todas las limitaciones que realmente existían por aquel entonces. Pero a la vez, ignorarlas solo en el aspecto técnico, pero no en el artístico, puede dar resultados sorprendentes. Hoy quiero hablar de The Messenger, el juego de Sabotage Studio, conocido posteriormente por esa maravilla que es Sea of Stars, pero cuya carta de presentación fue el juego del que os voy a hablar. Por cierto, os animo a visitar su web donde tienen una cronología muy detallada de los primeros años de su historia.
No os voy a descubrir hoy ningún juego: The Messenger se llevó el premio en The Game Awards a mejor debut de un estudio indie en 2018 (y nominado también a mejor juego indie junto con otros cuatro pesos pesados, nada menos que Dead Cells, Into the Breach, Return of the Obra Dinn y el que se llevó el premio, Celeste; casi nada). Pero quizás sí que conseguiré que le echéis un vistazo, si no lo hicisteis después de terminar Sea of Stars. En serio, jugad también Sea of Stars: no se llevó el premio a mejor indie en The Game Awards y en los Golden Joystick Awards por nada.
A lo que iba: detrás de su apariencia de 8 bits con truco, se esconde un juego de acción de scroll lateral absolutamente sublime (no voy a decir más del estilo de juego, porque merece totalmente la pena descubrirlo en plena partida), que no duda en dejar detalles ocultos y desafíos extra para quien quiera buscarlos, y que a pesar del género cuenta una historia muy linda usando tan solo un puñado de personajes y unos pocos diálogos. Y por si no teníais suficiente, el protagonista puede viajar en el tiempo.
Y como tal… Por qué no viajar en todos los sentidos, así que bienvenidos a la era de los 16 bits, un tiempo en el que el pixel art todavía no se llamaba así formalmente y en el que la mejora en la capacidad de reproducción de música en las consolas domésticas nos ha dado bandas sonoras absolutamente icónicas. Y el maldito juego lo sabe, por eso cuando viajamos en el tiempo no solo cambian los gráficos, sino que las melodías siguen sin solución de continuidad en el nuevo estilo, en un resultado realmente espectacular.
La forma en la que The Messenger juega sus cartas es magistral, tiene asumidos los fundamentos de su género hasta el punto de hacer un juego que es por una parte rejugable con alicientes para sucesivas partidas, pero sobre todo con la duración perfecta para que la primera vuelta sea totalmente satisfactoria si no nos apetece quedarnos.
Me ha parecido que la curva de dificultad es perfecta, aunque no sabría decir si es el juego ideal para quien se quiera iniciar en este género, especialmente por algunas secciones de plataformas que introduce al final, si bien teniendo en cuenta que el protagonista es un ninja, pues cómo no va a tener que ir saltando y corriendo de un sitio a otro.
En fin: yo me pensaría seriamente jugar The Messenger si os gustan los Castlevania clásicos, los Metroid, los Ninja Gaiden, los Hol- (sin el –low Knight, ya que es solo ¼ de la duración porque en Sabotage sí sabían de qué iba el género), o cualquier cosa que huela a juego de acción y plataformas con scroll lateral de las épocas de los 8 y 16 bits. Aunque sinceramente, el único motivo que veo para no jugarlo es simplemente que no os guste el género. Y aún así, me lo pensaría dos veces.