Casi dos meses después de su lanzamiento en Steam, Koei Tecmo lanza su juego de estrategia por turnos Romance of the Three Kingdoms XIV en PlayStation 4.
Romance of the Three Kingdoms es una de las sagas más longevas de Koei Tecmo, basando todos sus juegos en una novela histórica del mismo nombre que narra los acontecimientos que acabaron con la dinastía Han en el lejano oriente. Es pues, un juego que narra las diferentes luchas de poder por el territorio, e introduce la reunificación de los reinos en lo que conocemos actualmente como China. Aunque hay ciertas dudas de la exactitud de los libros en los que se basa este juego, uno de los mayores atractivos de este juego es poder conocer más a fondo la historia asiática, especialmente la revuelta popular de los turbantes amarillos, cuya presencia en el juego es muy pronunciada.
En cada uno de los capítulos del juego, podremos escoger una de las fuerzas políticas y militares de la época dándonos su punto de vista de los acontecimientos. El juego nos introduce a las figuras más relevantes de la administración, y nos recomendará una estrategia de juego basado en sus fortalezas y en los acontecimientos durante la revuelta. Es especialmente interesante que el juego nos brinde todas esas diferentes opciones, y no solo jugar con el bando ganador, ya que nos da cierta información de cuales fueron las intenciones y motivaciones para la configuración del estado chino.
Una vez escogido bando y los generales que nos acompañarán, el juego consiste en manejar la economía y expansión del reino. Tendremos que asignar generales en los diferentes roles del gobierno y administración, aportando mejoras en el comercio (dinero), agricultura (suministros) y ejercito (unidades disponibles para el combate) según la especialidad del general. Aunque simplificado suene sencillo, durante la primera partida me sentí abrumado por la gran cantidad de decisiones que tienes que tomar. Por fortuna, la mayoría de las decisiones se pueden automatizar en función de cual sea tu objetivo (crecer el ejército, mejorar economía, conquistar terreno, derrotar unidades, etc.).
Las acciones en Romance of the Three Kingdoms se toman por rondas. Es decir, vistas las recompensas de tu última ronda, y la configuración actual de tus enemigos, tienes que planificar lo que tus tropas y generales van a hacer durante la próxima ronda. Los enemigos van a tomar sus respectivas decisiones al mismo tiempo que tú, con lo que debes anticiparte a sus movimientos teniendo una ligera idea de cuales son sus intenciones (¡recuerda que el juego te deja elegir bando y te da una pista de su estrategia!).
Otra de las mecánicas importantes del juego es la conquista de terreno y lucha contra los bandos enemigos. El mapa está dividido en múltiples condados, que tienen diferentes ciudades, y que están compuestos por diferentes parcelas (hexágonos en el mapa). A medida que alguna de tus unidades pasa por estos elementos, el mapa se va “pintando” de tu bando y aportará a tu causa. Las batallas son automáticas. Nada más acercarte a un enemigo, estos empezarán a luchar contigo. Ganando el que más unidades, fuerza, y construcciones favorables tenga en los alrededores. Los combates tienen su profundidad aunque su ejecución sea automática. Por ejemplo, fui capaz de ganar en un combate con una unidad que duplicaba mi fuerza al cortar su conexión con la ciudad, ya que esto disminuyó la recuperación entre combates y dedicar una unidad a construir torres de arqueros mientras aguantaba la embestida.
Con la gran cantidad de capítulos que ofrece el juego; la posibilidad de elegir los diferentes bandos con diferentes objetivos y estrategias a seguir; y la opción de aumentar la estrategia y agresividad de los bandos… me atrevería a decir que la rejugabilidad de Romance of the Three Kingdoms XIV es altísima. El mayor punto negativo de esta entrega es, tal vez, lo extremadamente basado que está en una obra histórica asiática, dificultando la conexión con el jugador europeo y americano. Y en un juego donde tienes que ir con cuidado con qué general estas controlando, se hace difícil recordar cuales eran sus especialidades al no poder ni recordar su nombre.